En la conferencia nos ha hablado de su trabajo. Yo lo definí como un "viajero sonoro", pero creo que es bastante más. Hace años que sintió la llamada de la música y tuvo de adolescente su propia guitarra eléctrica. Pero también se interesaba por la fotografía y transformaba su cuarto de baño en un estudio improvisado de revelado antes de que la fotografía digital acabara con el revelador y el fijador.
Se ve que hizo sus pinitos en estudios de sonido, pero un día se interesó por grabar la música que se hacía en África. Y viajó desde su tierra, Sevilla, en autoestop hasta Etiopía, porque quería ver el espacio metro a metro, ver las modificaciones que la realidad produce cuando la viajas sin intermitencias. Su intención era responderse a esta pregunta: ¿Qué tipo de música hacen ahora, en los años dos mil, y cómo grabarla in situ, no en un estudio? Y resolver esa duda con la práctica se ha convertido en parte de su vida.
Ahora sigue viajando casi lo mismo que al principio, solo que lleva en la mochila un poco de ropa y su estudio de grabación: cables, micrófonos, un aparato del tamaño de un ordenador que le sirve de estudio de sonido portátil, mucha ilusión y ganas de recoger la música que hacen miles de personas que apenas si tienen medios para practicarla.
Quino graba en estudios improvisados, a veces a la intemperie, con lo cual se ve sorprendido en ocasiones por las inclemencias del tiempo, o en cabañas o chabolas, en calles o plazas, de noche o de día... Es verdad que a veces le acampaña alguien o se lleva un cargador de electricidad. Pero es un trabajo de campo duro.
Su trabajo incorpora también la imagen, y así ha compuesto unos vídeos sonoros que son verdaderos documentales. De este modo ha podido armonizar sus dos pasiones: la fotografía, en este caso, fotografía en moviento, y el sonido, la música.
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