lunes, 27 de julio de 2009

Impresiones sobre la Ruta Quetzal

Cuando oímos hablar de la ruta Quetzal, de las aventuras que allí se viven, muchos quieren experimentarlo, vivirlo en sus propias carnes y eso es lo que yo quería desde la primera vez que oí hablar de La Gran Aventura. Sabía que tenía que ir, quería aprovecharla como no lo podría hacer nadie, conocer a muchas personas interesantes, chicos y chicas con otras culturas, otros puntos de vista que compartir y yo también quería vivirlo. Quería que ellos entendiesen mi forma de ver la realidad, mi cultura, pero también conocerme a mí misma, mis límites, y para mí era muy importante, lo tenía claro.

Finalmente lo conseguí, pero no lo hubiera hecho sin la ayuda de los profesores, de David Mata que me animó a intentarlo y de Julia que me ayudó con el trabajo. Se lo agradezco disfrutando lo máximo posible.

Me sentí muy afortunada al enterarme de la oportunidad que iba tener de vivir la experiencia. Ya solo podía esperar a que llegase.

El 9 de julio comenzó mi aventura, al llegar al aeropuerto de Barajas con una mochila atrás y otra delante. En el aeropuerto conocí a algunos monitores que me esperaban sonrientes a pesar de haber estado allí todo el día con otros ruteros que llegaban el mismo día que yo. El primer día fue uno de los más duros, aunque parezca mentira: os preguntareis por qué. Cuando llegamos al canal de Isabel II, nos encontramos con casi todos los ruteros, me sentía un poco perdida con tanta gente, un poco sola. Es una sensación diferente, a pesar de haber tenido varios intercambios con el instituto, esto no tenía nada que ver porque no había nadie que conociese, ya no tenía esa etiqueta que me determinaba, sino que era una página en blanco para los demás que se podía rellenar desde cero. Después de montar las tiendas nos reunimos con nuestro grupo para conocernos y conocer a nuestra monitora. Mi monitora se llamaba Gema, había sido rutera y nos entendía, nos escuchaba, nos aconsejaba, nos mimaba... era un gran apoyo para todas y le estamos muy agradecidas. Iba a ser nuestra primera noche, y para muchos la primera en tienda de campaña. En la tienda de campaña dormíamos tres chicas del grupo. En mi grupo, había una chilena, una uruguaya, una italiana, una irlandesa, una panameña, otra de Paraguay y las demás eran españolas. La ruta había Empezado.

Aquella noche no dormí casi nada debido a la constante sensación de frío y de calor que me hacía sentir incomoda a cada momento, pero lo mejor estaba por llegar... a las cinco y media de la mañana empecé a oír una voz que me quitaba el sueño, era la voz de Jesús Luna. Luna con un megáfono estaba despertando a todo el campamento: ¡ha llegado el día más esperado para todos! Nos espera un día lleno de aventura, de nuevas experiencias, un día soleado con una magnífica temperatura de 25 grados. Y empezamos el día con la canción del verano “¡CUANDO TE DIGO DIGO DIGO DIGO DIGO DIGO CHINO DEL AAAAALMAAA TU ME CONTESTAS CHINITO DE AMOL!” y tras repetirlo varias veces llegaba la parte que más nos hacía sufrir por las mañanas: DENTRO DE 10 MINUTOS TIENE QUE ESTAR TODO EL MUNDO PREPARADO PARA LA DUCHA revitalizante, exfoliante y tonificadora; muy buena para las arrugas, ¡DESPUÉS UN ESTUPENDO DESAYUNO CON PASTELES, CHOCOLATE CON CHURROS!

Sí, sí, todo parece estupendo pero es ¡mentira! en realidad quería decir: ha llegado el día más esperado, son las cinco y media de la mañana, seguimos a oscuras porque el sol aun no ha salido y hace ¡un frío que pela! Además al empezar a cantar la canción sentías que te perforaba el tímpano debido a los gallos que hacía para despertarnos. Pero lo peor eran las duchas que en realidad eran unas que montaban todos los días al aire libre de las que salía el agua helada, tan helada que todo el que se metía gritaba y siempre nos animábamos cantando. El agua estaba tan fría que te dolía todo el cuerpo hasta el punto de que ya no lo sentías. Después de la ducha llegaba el desayuno que era estupendo pero nada de pasteles ni de churros sino que cola cao, pan y magdalenas. Y así eran nuestras estupendas mañanas en la ruta. Tras la recepción de los Príncipes y de las visitas en Madrid nos dirigimos a Valencia donde nos esperaba el buque Galicia de la armada española. Nos instalamos en el buque donde íbamos a pasar 5 noches. Navegábamos de noche y por las mañanas llegábamos a nuestro destino. Así llegamos a Cartagena, donde fuimos a ver submarinos y los visitamos por dentro, fue realmente impactante ver lo pequeños que son por dentro y saber que los tripulantes pasan allí meses y meses navegando sin ver la luz del sol.

Nuestro siguiente destino fue Málaga, hicimos el recorrido histórico por la ciudad. Y por fin Cádiz; en Cádiz hicimos una gran gymkhana por toda la ciudad, pasando pruebas, corriendo por la ciudad... ¡fue genial! Al día siguiente nos despedimos del buque y nos dirigimos a Sevilla. De Sevilla cogimos el AVE y regresamos a Madrid, nos esperaban las caminatas. La primera caminata fue de Bustarviejo a Buitrago de Lozoya. Nos dividimos en tres grupos según el ritmo que podíamos llevar, primero eran los quetzales (lentos), luego los águilas (medio), y los jaguares que iban los últimos eran los más rápidos. Lo peor de la caminata fueron las ampollas, todos teníamos ampollas y muchos no podían apoyar el pie en el suelo. Para colmo al día siguiente nos esperaba otra caminata aun más larga. Nos esperaba un día duro pero lo podíamos soportar porque era lo que queríamos. Así que de nuevo nos encaminamos hacia Rascafría. Al llegar a nuestro destino estábamos cansados pero siempre había gente que estaba peor que tú. Hubo una chica que se desmayó, aunque nunca te sientes mal porque todos nos ayudamos y nos apoyamos unos en los otros. Pero te sientes satisfecho de ti mismo y lo mejor es que mis pies soportaron la caminata y las ampollas apenas me molestaron. Después de Rascafría fuimos a Segovia y a Coca donde pasamos la noche en las tiendas de campaña. Las mejores noches son las que pasábamos al aire libre como la de Bustaviejo en la que dormimos en una plaza de toros bajo las estrellas...

Tras estar en Coca fuimos a otros pueblos hasta llegar el momento más esperado, más duro, la última caminata de 30 km, y que comenzaba en un lugar muy especial, desde el Monasterio de Valvanera, un monasterio entre montañas, precioso. La caminata era por montaña con subidas muy largas, mucho viento, pero lo mejor era el paisaje, estábamos en plena naturaleza rodeados de árboles, de muchas plantas que nos envolvían a veces acariciándonos y otras arañándonos. Teníamos muchísima sed y los pies empezaban a quejarse. Pero por fin llegamos a nuestro destino: San Millán de la Cogolla. Cuando llegamos estábamos todos tirados por los suelos y lo que nos esperaba en ese momento era una ducha fría tras tantas horas andando. Todos nos metimos bajo las duchas cantando, gritando, estábamos contentos porque lo habíamos conseguido, dentro de poco esta aventura iba a terminar, queríamos disfrutar al máximo de todo. Al día siguiente visitamos los monasterios de Suso y Yuso; volvimos a Madrid donde pasamos el día y pasamos la noche en un campamento donde nos recogerían nuestros padres y a otros los llevarían al aeropuerto.

Esa noche no dormimos, no queríamos que acabara, la despedida estaba cerca, no nos veríamos hasta dentro de cuatro meses, y era mucho. Todo el mundo había hecho buenos amigos y no queríamos separarnos. Todos esperábamos con impaciencia que llegase nuestra aventura a Chile y espero que sea el doble de dura y que lo pasemos realmente mal hasta decir: ¡no puedo más! Eso es lo que buscamos la mayoría, tener una experiencia inolvidable, que solo puede entender quien haya estado allí. Todos los que se informan sobre la ruta y a los que les han contado amigos sus experiencias, no pueden entender lo que es la ruta aunque lo crean. Son muchas cosas a la vez, muchos sentimientos. La ruta te hace ser mejor persona, todos se ayudan sin recibir nada a cambio, te das cuenta de las cosas que realmente importan, eres generoso con los demás, hablas de tus cosas con personas que lo ven desde otro punto de vista. Es completamente diferente a contárselo a tus amigos, te sientes muy unido a personas en muy poco tiempo. Espero con mucha impaciencia volver con más ganas de aprender, de disfrutar, de sentirme parte de algo especial. Pero sobre todo quiero dar las gracias a Jesús Luna por que sin él la ruta no sería la ruta, quiero darle las gracias por ser el primero que se levanta, el último que se acuesta, el último que come, el que está pendiente de todos, se preocupa por todos. Nadie de la ruta le ha visto dormir ni comer, para nosotros es el espíritu de la ruta, el que nos anima, y nos hace las mañanas más fáciles y llevaderas, más especiales.

Yasmine Abdallas

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