Los alumnos de Bachillerato de ciencias salimos a las ocho y veinte, tal vez más tarde. Nos acompañaban Victoria Soria (Bª y Gª) y Mª Jesús Llorca (Fª y Qª). Tras un viaje en autobús de hora y media, aproximadamente, llegamos a nuestro destino. La laguna de Merja-Zerga, de una extensión de aproximadamente 7000 ha, comunica con el Océano Atlántico gracias a un pequeño canal que atraviesa un gran brazo de arena. Desde donde estábamos al bajar del autobús (sobre una cuesta bastante inclinada que daba a la laguna, atravesando un conjunto de chabolas) se apreciaba una vista de la laguna impresionante. Se veía claramente la unión entre el mar y la laguna, y la forma de ésta en sí. La profesora nos enseñó a manejar la brújula para orientarnos en el mapa. Aunque algunos fuimos un poco torpes al principio, conseguimos saber donde estábamos situados, al norte de la laguna. Luego subimos al autobús y nos llevaron hasta donde estaban las barcas de los pescadores.
Tras un rato esperando mientras la profe se intentaba comunicar con los pescadores, fuimos hasta la arena de la orilla y nos repartimos en tres grupos de: seis alumnos más o menos, un profesor y un “chófer-guía” por barca. El viaje fue divertido y cómodo. Mientras algunos tomaban apuntes de la información que el pescador nos iba dando, sobre lo económica que era la laguna para ellos, la profundidad de ésta y otros datos, otros íbamos recogiendo muestras de plancton con un utensilio llamado manga, aunque bien podría haber pasado por cazamariposas. Durante un buen rato, tal vez una, dos horas, no lo calculé, estuvimos observando todo tipo de aves. La laguna es una reserva protegida y reconocida a nivel mundial por la gran cantidad de especies de aves que allí viven durante las migraciones, muchas de ellas endémicas de Marruecos, y muchas otras, además, en peligro de extinción. La laguna no sólo tiene especies animales endémicas, sino plantas que únicamente se pueden ver allí y que son otro factor que incrementa el interés biológico y ecológico de Merja-Zerga. Vimos desde aves zancudas como las garzas y flamencos hasta rapaces como el aguilucho lagunero.
Tras estar un rato sobre la barca descendimos a suelo firme en una isla en medio de la laguna. Allí la profesora nos estuvo explicando los mecanismos de algunas plantas para hacer frente a las crecidas de las mareas y la salinidad del suelo. Nos contó que plantas, como la sarcoconia, tenían un nivel de salinidad mayor que el del suelo, y así podía tomar mejor el agua con sales minerales. Lo cierto es que para que lo comprobásemos nosotros mismos, nos invitó a probar las hojas de la planta. Tenía razón. Vimos plantas también como la espartina, que enrollaba sus hojas para que el agua que tenían no se evaporara por los estomas. Tras andar un rato sobre el suelo fangoso de la isla, seguimos nuestro paseo en barca.
Seguimos viendo e identificando aves como las diferentes especies de gaviotas, y a la vez, tomando apuntes y recogiendo plancton. Durante un pequeño rato, paramos sobre un islote cubierto de conchas de moluscos. Las acumulan las aves tras devorar a los animales, y los restos los depositan ahí para tener un espacio seguro y una posición favorable para observar en busca de presas. Cuando acabamos de nuestro recorrido en barca, los pescadores nos dejaron en un cordón arenoso.
Hicimos una pausa para comer. Estuvimos descansando, algunos recostados en la arena hablando, escuchando música o incluso durmiendo, mientras otros subimos a lo alto de una enorme duna que había. Más tarde tuvimos que partir hacia el extremo de la orilla en la que estábamos para que las barcas nos recogieran de nuevo.
Nos llevaron al punto de partida en la playa. Allí los pescadores nos enseñaron un edificio donde mantenían al marisco que pescaban. Allí estuvimos entreteniéndonos en curiosear las piscinas de las langostas y bogavantes. La profesora, que había traído nevera (venía preparada), compró marisco. Tras salir del establecimiento nos fuimos hacia el autobús. Volvimos a embarcar y realizamos el viaje de vuelta relajados, pero contentos de haber aprendido tanto, haberlo pasado tan bien, y todo eso, juntándolo con que habíamos perdido un día entero de clase, hizo que volviéramos a casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Manuel García Egea. 1º Bto B
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