jueves, 1 de mayo de 2008

Viaje al V Festival de Cine Africano de Tarifa

29 de abril. 7:30 A.M. Puerto marítimo de Tánger.
Veinticuatro alumnos de 2° Bachillerato están reunidos para emprender el último viaje en grupo, el último entre nosotros. Después de seis años de intensos estudios (se supone) e inolvidables momentos, llega el viaje del adiós.
De todas maneras, no estábamos ahí para lloriquear, sino para disfrutar a fondo de lo que quedaba. Estábamos de vacaciones, y aun así nadie se quejó de tener que levantarse temprano…En fin, pasamos el papeleo pertinente, y cogimos la lancha a Tarifa, que mareó a unos cuantos, y en 35 minutos pisábamos territorio español.
Estábamos ahí para presenciar el V Festival de Cine Africano, que se celebraba en Tarifa cada año, y el departamento de Árabe del IEES Severo Ochoa, representado por los profesores Khalid Raissouni y Mezouar el Idrissi, lleva organizando este viaje desde hace un tiempo.
Llegamos, dejamos nuestros equipajes en el hostal Las Margaritas, y salimos a almorzar al restaurante Villanueva, restaurante en el que nos reuniríamos en todas las horas en las que la barriga nos llamaba para satisfacer sus necesidades (el hambre, vamos). Fuimos después a ver los primeros documentales, cortometrajes y películas de origen tan variado como Nigeria, Sudáfrica, Guinea, etc.
Luego vino el tiempo libre. Junto con los alumnos del IEES Nuestra Señora del Pilar de Tetuán, con quienes entablamos amistad, nos paseamos por Tarifa, cada uno por su cuenta y donde más le apetecía. Por la noche, después de cenar en el ya famoso restaurante, y después de ser el Barça eliminada de Champions, o bien nos quedamos paseando por la plaza principal, o fuimos a sentarnos a algún que otro bar, o a un pub, o, a falta de planes al hostal.
Terminó la noche, y emprendimos el segundo día con menos fuerzas que el primero, pero no con menos ganas. Vimos la última peli programada, conocimos personalmente a la actriz principal, almorzamos, y tarde libre, hasta que el barco zarpase, nuestra superlancha. La mayoría no hizo nada, solo cobijarse en la fresca sombra de algún árbol en la plaza esperando la hora de la verdad, otros aprovecharon para comprar recuerdos para los familiares, otros solo para pasear y conocer más ese atractivo pueblecito, en el que ¡los coches se paran en los pasos de cebra!... hasta que llegaron las 6 de la tarde, en la que entramos al puerto, pasamos la aduana, y volvimos a Tánger, exhaustos pero más felices que nunca.
Amr Chaieri

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