La celebración del Día por la Paz y la No Violencia comenzó con las intervenciones orales de los Profesores del Centro, D. Juan José López Cabrales (Dep. de Geografía e Historia), D. Venancio Andreu Baldó (Dep. de Lenguas Clásicas) y D. José Antonio Hita Marín (Dep. de Inglés), y tuvo su culmen en un animado coloquio, en el que participó un buen número de los alumnos asistentes, todos ellos de 4º curso de E.S.O.
Como coordinador y moderador del acto, correspondió intervenir en primer lugar al Profesor Hita, quien comenzó por justificar la celebración del evento tanto por la ritualidad de la fecha como por razones de mayor importancia, tales como la evidencia de que las manifestaciones de violencia están presentes, por doquier y de manera incesante, en nuestros días.
El orador pasó, a continuación, a describir someramente los distintos tipos de violencia y sus grados de intensidad: verbal, psicológica, física; individual, grupal; esporádica, más o menos estructural, conflictos o guerras civiles, terrorismo, guerras interestatales, etc.
Y se adentró, finalmente, en un breve repaso de las teorías intencionalmente científicas sobre las causas de la misma: teorías psicologistas del tipo de las de Sigmund Freud; paleogenetistas, como las de Cesare Lombroso; economicistas; sociológicas. Se detuvo en estas últimas porque, sin perjuicio de las comprobadas aportaciones objetivas de las anteriores, las explicaciones basadas en la interacción social han encontrado -a juicio del disertante- que ésta constituye el factor más determinante en la producción efectiva de las conductas agresivas; siendo, en última instancia, los factores psicosociales conocidos como ideologías y, dentro de éstas, las religiosas, las que, -según su específico contenido- ejercen una influencia decisiva en la aminoración o en el incremento social de la violencia.
Y ello porque -como analizó exhaustivamente Max Weber- las creencias religiosas ejercen sobre la vida social en general una influencia mucho mayor de lo que pudiera parecer al individuo común, a un observador de la sociedad no especialmente cualificado; influencia que, como demostró cumplidamente este autor en sus estudios empíricos, puede extenderse incluso a actividades -como la economía- que parecen, a primera vista, muy alejadas de la esfera religiosa. Obras de este genial y polifacético pensador -filósofo, historiador, sociólogo.- como "Economía y sociedad", "Sociología de la religión" et alia- fundamentan, de manera sólida y convincente, las teorías aludidas.
A continuación tomó la palabra el profesor López Cabrales. Indicó que la dificultad de hallar un camino cierto y seguro en la explicación de la violencia le había llevado a optar por una propedéutica más basada en los sentimientos que en la razón y a contrapesar la intervención teórica de sus estimados y doctos compañeros con la simple exhibición de algunas imágenes localizadas en la red y la lectura de poemas que indujesen a la reflexión y a un sentimiento contrario a la violencia.
Las imágenes comenzaron con el comentario de ese palimsesto contra el horror de la guerra que es el lienzo de Goya los fusilamientos del 3 de Mayo. Continuaron, entre otras, con algunas muy celebradas sobre la actitud del Estado de Israel, subrayadas por un poema del palestino Samih al-Quasim, concluyendo con una provocativa invitación a globalizar la no-violencia. Otros poemas de Rafael Alberti, Gabriel Celaya y Bertold Brech. Especialmente emotiva fue la lectura de “Masa”, del poemario España, aparta de mí este cáliz y que dice así:
Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: "No mueras, te amo tanto!" Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: "No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!" Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando: "Tanto amor y no poder nada contra la muerte!" Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: "¡Quédate hermano!" Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Entonces, todos los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar.
El profesor Venancio Andreu hizo una breve exposición teórica sobre el tema de la violencia, centrada en tres apartados: la delimitación del concepto de violencia, la causalidad u origen de la misma y la legitimidad o su posible justificación o no ética. Su perspectiva fue el marxismo, pues, como reconoció el profesor al inicio de su intervención, la filosofía, y en este caso la antropología, ética y política, no admiten neutralidad, y la honestidad “científica” reside precisamente en proclamar desde un principio el bando o partido que uno asume. En el primer apartado estableció como núcleo de la violencia el uso de la fuerza física sobre otros seres, y estableció una tipología, distinguiendo una violencia entre animales, otra de seres humanos hacia animales y una tercera ejercida por unos seres humanos contra otros, así como, en el último caso, distinguió entre violencia privada o no política y violencia pública o política. En este ultimo caso considera que no sólo es violencia la no institucionalizada, guerras o terrorismo, huelgas o revoluciones, sino que también los propios Estados, con sus sistema de ejército, policía, leyes y cárceles, constituyen otra clara forma de violencia, si bien más oculta, por estar institucionalizada y por ende, aparentemente, más legitimada.
En el segundo apartado distinguió diferentes tipos de explicaciones sobre la violencia, a lo largo de la historia de la filosofía: teorías antropológicas y psicológicas, teorías biológicas, que apelan a la común naturaleza agresiva del reino animal, y teorías sociológicas, que apuntan a la sociedad como origen de la violencia, y entre las cuales destacan la de M. Weber y la de Carlos Marx. El primero sitúa en las ideologías, y más concretamente en determinadas religiones, y en su fanatismo o ética de la convicción, la causa prima de la violencia, mientras el segundo, de forma más acertada según el profesor, considera las condiciones económicas de cada sociedad, y, más concretamente, los intereses económicos, como causa esencial de la misma. Así, a manera de ejemplo, las guerras a lo largo de la historia de la humanidad, incluidas las más recientes, como las del Golfo, estarían movidas por claros intereses económicos, mientras que las ideologías, la defensa de una u otra religión verdadera o la defensa de los derechos humanos y la democracia, como gustan de enarbolar los EEUU en Irak, serían meros discursos legitimadores, “ideologías” en sentido marxista, que tratan de ocultar, a propios y extraños, la causa real de dichas agresiones: el lucro.
En el tercer apartado el profesor distinguió tres tipos de teorías sobre la legitimación de la violencia: el belicismo o glorificación de la misma, como hacen, los movimientos fascistas, el “pacifismo”, que niega legitimidad a la violencia siempre y en toda circunstancia, y una posición intermedia, marxista, pero que se remonta incluso a escolásticos como Suárez, que defiende la legitimidad de la violencia única y exclusivamente cuando ésta tiene un objetivo político-ético de superación de injusticias sociales previas. El marxismo, por otra parte, considera que la paz es un ideal al que debe aspirar la humanidad, pero que éste no se puede alcanzar simplemente con apelaciones a la misma, sino a través precisamente de la construcción, a escala mundial, de una sociedad justa o socialismo. Mientras tanto todo “pacifismo” puro no sería más que una “ideología” en sentido marxista, esto es, una forma de ocultar la injusta realidad y de calmar las justas reivindicaciones de las capas pobres u oprimidas de la sociedad.
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